sábado, 28 de junio de 2008

Las 1001 razones por las que las mujeres decimos que no

Attenti, gente que todavía no milonguea, ésto pronto lo vivirán ustedes también si se prenden al mundo del tango...

¿Qué hombre no ha sido, al menos alguna vez, rechazado a la hora de sacar a bailar a una mujer?

Son situaciones incómodas para ambos. Para el hombre, recibir ese "no", por más que venga acompañado por una sonrisa y un "gracias", es como una bofetada. Para la mujer, también es un momento de tensión desagradable. Situación evitada por el cabeceo, por supuesto. Pero estamos hablando de esas milongas en las que no se usa el cabeceo.

¿Pero por qué las mujeres decimos que no? En general, los hombres deducen dos cosas:

  • no le gusta como bailo
  • es una agrandada

En realidad, las razones pueden ser mucho más complejas y múltiples (aunque también pueden ser ésas, claro). Aquí van algunas (lista no exhaustiva):

  1. La mujer acaba de bailar una tanda de milonga o de lo que sea que la cansó. De Gavito si estuviera vivo para abajo, es probable que le diga que "no" a cualquiera que la saque en ese momento. Claro que siempre pasa la situación en que una mujer le dice que "no" a alguien porque está realmente cansada, y dos segundos después, ese alguien la ve bailar en la pista con otro. "¿Cómo? ¿No era que estaba cansada? ¡Me mintió!", pensara el pobre hombre rechazado.
    Es que hay una realidad: a algunos bailarines no se les puede decir que no. No quiero citar nombres, pero a esos bailarines re-grossos (o que una considera re-grossos, esas cosas son muy, pero muy relativas), si les decís que no, no te volverán a sacar nunca más en su vida. Y si ese hombre nos saca, por más que estemos muertas de cansancio nos levantaremos como de una silla eyectable y en un santiamén estaremos dando vueltas en la pista entre sus brazos, y encima con una sonrisa de oreja a oreja, bajo la mirada azorada del que un instante antes había sido rechazado.
    Es así. No hay vuelta que darle. Me ha sucedido muchas veces y volverá a suceder. Es una cuestión jerárquica. Si fuera común y corriente que las mujeres sacaran a bailar, yo sé que sería de las mujeres a las que un hombre diría que "no" con el argumento de que está cansado, pero que saldría a bailar con esa otra bailarina magnífica re-grossa sin el menor atisbo de vacilación y a pesar de estar extenuado. De hecho, como yo soy de las mujeres que sacan a bailar, me ha pasado, y más de una vez.
    Tenemos que conocer nuestros propios límites.
  2. Hace une hora que la mujer se ubicó estratégicamente cerca o en el ángulo de visión de ese bailarín con el que sueña bailar desde hace días/semanas/meses. Y está a punto de conseguirlo. Hubo algunas miradas, algunas señales de que ese bailarín está a punto de sacarla a bailar. Pero todavía no se definió nada. En eso viene Pirulo y le dice: "¿Bailás?". Si la mujer acepta, toda la estrategia elaborada durante una hora se le va al diablo. ¿Cómo explicárselo a ese hombre que con toda la buena voluntad del mundo la viene a sacar? ¿Cómo decirle: "Mirá, hace una hora que estoy esperando que me saque otro"? Más si el otro finalmente no la saca: humillación total. Para ella.
  3. A la mujer la acaban de pisar el pie con un taco aguja de 10 cm y lo tiene a la miseria. No, no siempre es una mentira. Allí volvemos a la situación del punto 1: a pesar de tener una herida profunda y sangrante, si viene el bailarín a sacarla, aquel al que no se puede decir que no, la mujer se olvidará inmediatamente de que se tiene que ir a aplicar urgentemente la antitetánica y saldrá con él a la pista con su mejor sonrisa y sin siquiera renguear aunque sea un poquito.
  4. A la mujer le gusta bailar con vos, pero no esa tanda. Vos con Pugliese la verdad que sos un tronco, te prefiere para un D'Arienzo. Fijate en qué estilo se siente más cómoda con vos: probablemente sea el estilo en que vos también te sientas más cómoda con ella.
  5. Tardaste algunas tandas en atreverte a sacarla porque no te animaste/bailaste con otras/lo que sea. Tandas que ella aprovechó para bailar con otros. Cuando llega el final de la noche y finalmente lograste juntar valor para sacarla, ella no solamente está exhausta, sino que encima está de mal humor porque no logró bailar con ese bailarín con el que soñó toda la noche con bailar, y encima quiere reservar sus últimas fuerzas por si finalmente ese bailarín se fija en ella. Lo más probable es que te rechace. Y es posible que dos minutos después, la veas bailar con ese bailarín y te vaya a dar una bronca fenomenal (también es posible que ella se quede con las ganas y la bronca porque no solamente ese bailarín no la sacó sino que además te dijo que no a vos).
    Consejo: sacala al principio de la noche, cuando todavía está fresquita y no está ahorrando energías para bailar con ese bailarín.
  6. Está charlando con sus amigas. El otro día me pasó: estaba conversando en una mesa, una de esas charlas de mujeres absolutamente ininterrumpibles (salvo por ese bailarín con el que soñamos bailar, obvio, y por nuestros amigos) y se acerca un hombre al que nunca había visto en mi vida para sacarme. Le dije lo más cordialmente que no, que estaba hablando, y se me quedó mirando como preguntando: "¿Y?" Y bueno, nada, estoy charlando, estás interrumpiendo. Con un amigo no pasa nada, pero con alguien que no conozco, me parece ligeramente desubicado.
  7. A lo mejor bailás como los dioses, pero es la primera vez que venís a esa milonga, o una de las primeras veces, o siempre venís pero ella es una distraída total y nunca se fijó en vos. Esa noche ya bailó con dos principiantes que le pisaron el pie y la chocaron con todo el mundo, no tiene ganas de volver a experimentar. Ella se lo pierde, pensarás. Es posible. Y quizás cuando te vea bailar con otra piense: "Nooooo.... Y yo le dije que no a ese chabóóón... Me quiero mataaaaar..." (típico...). Pero bueno, son cosas que pasan. Si para subsanar su error ella viene y te saca, siempre tendrás la posibilidad de vengarte y decirle que no a ella.
    (tssss.... feo feo lo que acabás de hacer, ¿cómo es eso de que te querés vengar?).
  8. Finalmente, volvemos al "no le gusta bailar con vos". Y sí, puede pasar. Puede que no bailes mal, puede que incluso bailes bien, pero que no tengas idea de cómo manejarte en la pista, que no respetes los códigos, y que la última vez que bailó con vos, terminó con una uña del dedo gordo del pie derecho arrancada, un pedazo de carne desgarrado por el boleo de una chica a la que te acercaste demasiado y un taco aguja clavado por el mismo motivo. En definitiva, no la cuidaste. Si te dice que no, es por defensa propia... Aprendé a respetar los códigos de la pista y volvé a invitarla.

Conclusión: hombres, ¡no (siempre) se ofendan cuando les decimos que no! Razones hay miles y no son siempre mentiras.

De hecho, probablemente me olvide de algunas otras razones por las que una chica puede rechazar a un hombre. Mujeres, si se acuerdan de otras, ¡por favor dejen un comentario!

Claro que los hombres también nos pueden criticar, no (siempre) somos perfectas...
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jueves, 26 de junio de 2008

Mujer-mujer

Para aprender a bailar tango, tuve que aprender a disfrazarme de mujer. Hasta entonces yo era lo que los machistas llaman un marimacho.

Es decir que me vestía con ropa cómoda, no me maquillaba, no me pintaba las uñas, no usaba tacos altos, no tenía pelo largo, en fin, vivía cómodamente, como cualquier ser humano lo hace a diario (desafío a los hombres que aman a las mujeres producidas a que pasen un solo día en la piel de una de esas mujeres: que se depilen enteramente, cejas incluidas, que se maquillen, se tapen las ojeras, los granitos, que se pinten las uñas de rojo - sólo eso les llevará más o menos dos horas para que quede prolijo - que se pongan una minifalda y tacos de 9 cm, y que salgan a la calle con 2 grados bajo cero de sensación térmica... luego me dirán lo que prefieren).

En fin, un buen día empecé a tomar clases en La Viruta. Al principio, iba en jeans y zapatillas. Estuve así durante unos dos meses. Hasta que me di cuenta de que para pivotear en los ochos, era mejor suelas que no fueran de goma. Me empecé a poner zapatos.

Más tarde, me di cuenta de que casi siempre estaba con el peso sobre los dedos de los pies. Y me cansaba mucho. Y si me ponía tacos, me cansaba menos, porque a pesar de tener el peso hacia adelante, podía descansar sobre ellos. Me empecé a poner zapatos con tacos más altos. Eso sí, siempre con jeans.

Luego empecé a aprender figuras como ganchos y boleos, y me di cuenta de que los jeans ya no eran tan cómodos. Empecé a usar polleras.

Y así caí en la cuenta de que todas las noches, sin pensarlo demasiado, me ponía una pollera y tacos altos (la altura de mis tacos era relativa: empecé con tacos de 5 centímetros, que ya me parecían inmensos). Algo así como en la foto...

Y poco a poco, me empezó a divertir eso de disfrazarme de mujer-mujer, y decidí completar la panoplia y me empecé a pintar. Nada estrambótico, pero bastante revolucionario para mí.

Las miradas de los hombres de la milonga cambiaron por completo: de repente, me convertía en una presa interesante. Es maravilloso ver cómo la vestimenta, el eye-liner, los zapatos (que pronto alcanzaron la vertiginosa altura de 9 cm, como en esta última foto) (¿quién hubiera dicho, hace tan sólo dos años, que me llegaría algún día a exatasiar ante un par de zapatos?) y el lápiz labial pueden transformar radicalmente la mirada de la gente.

Eso sí: las primeras veces que mis amigos pre-tango me vieron así, se llevaron una sorpresa bastante grande. Ahora, pobres, están acostumbrados, porque cuando salgo con ellos, lo más probable es que de todos modos termine en la milonga, con lo cual ya acudo disfrazada.

Porque nadie me va a quitar de la cabeza que todo esto no es más que un disfraz.
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lunes, 23 de junio de 2008

La Viruta

Vamos de entrada: soy fanática de La Viruta. Se convirtió en mi segundo hogar, mi casa, el lugar en el que sé que, a cualquier hora de la noche, de miércoles a domingo, voy a encontrar amigos dando vueltas por ahí. Una vez un amigo dijo: "Es como saber que tenés una fiesta de cumpleaños todas las noches a la que podés ir". Y encima no tenés que llevar birra, la comprás en el lugar...

No, no me pagaron por decir lo que estoy diciendo. No trabajo allí, no recibo ningún sueldo, no tengo ningún interés de ninguna índole en cómo le va financieramente, excepto que no sé qué haría con mi vida si algún día este lugar fuera a desaparecer.


Después de estudiar tango durante tres años, considero que no bailo mal. He tenido la suerte de bailar algunas tandas con excelentes bailarines que no nombraré pero de los que una piensa: "Pucha, estoy bailando con Tal". Y encima, Tal te dice: "Qué lindo que bailás", y a
hí tocás el cielo con las manos, por más que te lo diga de bien educado.

A veces voy a milonguear a otros lados, siempre en patota, porque sola me moriría de angustia (sería la mejor manera de planchar toda la noche). Cuando me entero de que me están cabeceando (no siempre me entero, como lo contaré en otra entrada...), salgo a bailar con gente del lugar, milongueros de los de antes, tradicionales, nada de tango nuevo, algún estilo milonguero o más tipo Villa Urquiza, en fin, de esos que bailan desde hace décadas y no precisamente en La Viruta. Supuestamente.
Indefectiblemente con ellos tengo la conversación siguiente:

Ellos: No te veo muy a menudo por acá. ¿Adónde solés ir?
Yo: Ya sé que aquí es una mala palabra, pero voy a La Viruta.
Ellos (cara de asco): ¿A La Viruta? ¡Qué mala idea! Allá no se puede bailar. No saben lo que es el tango. ¿Y dónde aprendiste? Porque no bailás nada mal.
Yo: En La Viruta.

Reconozco que lo digo con un goce sádico particular. Me divierte ver cómo van cambiando la cara. Van de la sorpresa a la incredulidad, pasando por el asombro y la desconfianza.

El eslogan de La Viruta es "Entrás caminando... salís bailando". Es tanto el o
dio (¿la envidia?) que muchos le tienen a este lugar que lo transformaron en: "Entrás caminando... salís bailando mal".

No sé si en "La Viru", como se le llama cariñosamente, se enseña bien o mal. Sé que si uno quiere aprender, lo puede hacer. Yo lo he hecho, y que conste que durante dos años sólo tomé clases allí.

También sé que si La Viruta no existiera, yo nunca me habría acercado al tango, porque me provocaba cierto rechazo el ambiente acartonado y machista del tango tradicional. Y como yo, centenares de jóvenes, argentinos o extranjeros, descubrieron en La Viruta que el tango podía ser otra cosa que "una cosa de viejos".

Allí va gente que directamente no sabe bailar tango, milongueros con nombre
y apellido (me he dado el gusto, una vez, de sacar a bailar a Miguel Angel Zotto, él de Tangox2, él también va a La Viruta), extranjeros que quieren experimentar eso de la sensualidad del tango de la que tanto les hablaron (oh, it's so very sexy!), gente vestida con jeans de raperos que dejan ver sus calzoncillos y zapatillas con los cordones desatados (it's so very cool!), otros con traje impecable, gomina, zapatos de charol y todo el disfraz del perfecto milonguero, hombres que bailan con hombres, mujeres con mujeres, exponentes del tango nuevo que hacen alarde de sus acrobacias, adeptos del milonguerito pegadito-pegadito, gente que va a levantar gente, gente que va a mirar, gente que no baila en toda la noche pero pasa un buen rato con sus amigos y gente que no descansa una sola tanda.

Sin La Viruta, las milongas tradicionales estarían vacías y el tango se habría marchitado de a poco, porque muchos de los que hoy bailan bien y frecuentan Sunderland, P
orteño y Bailarín, La Baldosa o Cachirulo han dado sus primeros pasos en La Viruta.

Así que sí, podrán decir lo que quieran de La Viruta:

  • no es una milonga: es un boliche
  • la música está demasiado fuerte
  • no se respetan los códigos
  • la gente no sabe bailar
  • te cagan a golpes en la pista
  • la gente va para levantarse minas/tipos...

...todo lo que quieran. Y todas esas cosas son ciertas. Pero yo soy una acérrima defensora de ese lugar que me acercó al tango, me lo hizo querer, amar, adorar, y gracias al cual hoy en día puedo ir a otras milongas, respetar sus códigos (que me enseñaron en La Viruta, a pesar de lo que dicen las malas lenguas), sentarme tranquilita a esperar que me cabeceen, bailar ordenadamente sin ganchos ni boleos altos, y que me digan: "¿Dónde aprendiste? Porque no bailás nada mal".

Pero lo que más me divierte es ver cómo, a las 3 o 4 de la mañana, cuando cierra la mayoría de las otras milongas, todos aquellos que habían despotricado contra La Viruta (único lugar que termina a las 6) se gritan unos a otros: "Bueno, ¿nos encontramos en la Viru?"

¿Dónde está La Viruta?

Está ubicada en el barrio de Palermo otrora llamado Viejo (ahora Soho...), en el subsuelo del Centro Cultural Armenio. Es el lugar ideal para empezar a aprender a bailar.

¿Por qué? Porque hay clases casi todos los días (de miércoles a domingo, tard
e y noche), porque hay seis niveles distintos (para los que no saben na' de na' hasta los que ya bailan mucho), porque se puede empezar en cualquier momento del año, porque no es necesario ir en pareja ya que es habitual que haya casi tantos hombres como mujeres, porque podés ir en bermudas y zapatillas y nadie te va a decir nada, y porque hay rebuena onda, loco.

El lugar no es particularmente lindo. Es una sala enorme sin decoración, pero eso sí, con unos spots buenísimos (y de bajo consumo: los responsables de la Viruta son ecológicos) (o económicos) (o ambos) y muy buena música. Y, last but not least, muy buena cocina también.

En La Viruta hay días y días:


Miércoles y Domingos: los días más informales. Se pasan tandas de rock y de tango electrónico, además de las tandas tradicionales de tango y milonga. Últimamente incluye una tanda del Polaco Goyeneche bastante alucinante. También se puede escuchar a Astor Piazzolla, acallando a los que decían que Piazzolla no era tango porque no se lo podía bailar. Son las noches en que van generalmente los bailarines de tango nuevo o tango moderno. Esas noches, olvídense de los códigos, la cosa es bastante anárquica. Muchos bailarines de los shows para turistas que pululan en Buenos Aires se pegan una vueltita por la Viru para bailarse unos tangos de verdad antes de irse a dormir. Termina tipo cuatro de la madrugada.

Entrenamiento de milonga con Horacio Godoy













Jueves
: el día más tranqui. Lo recomiendo para las clases, porque va menos gente (aunque si de clases se trata, ahora hay horarios a la tarde muy buenos, encontrarán todo en la página web). Todas las semanas toca una orquesta distinta, por lo general orquestas nuevas, poco conocidas, o de tango electrónico, tipo Otros Aires, Narcotango, Tanghetto, etc. Termina tipo tres de la madrugada.

Viernes y Sábados: los días de milonga más tradicional. Nada de tango electrónico y, a diferencia de los otros días que son más tipo práctica (en la que se pasa música de manera continuada), hay tandas separadas por cortinas.
En La Viruta las tandas duran más que en cualquier otra milonga: seis tangos (en otros lados no pasa nunca de cuatro). Así se tiene mucho más tiempo para chamuyar, dicen... Al principio de la noche, tipo 1h30, hay una tanda de pachanga de la que huyo por lo general, porque no me gusta, pero allí los que no bailan tango podrán bailar como en un boliche "normal" y no aburrirse demasiado. También pasan salsa y algo de rock. A la
s cuatro y pico hay una tanda de folclore cuya duración depende de la cantidad de gente que baile. Por lo general, cuatro o cinco chacareras, un gato, con algo de suerte y si el DJ Horacio "P.B.T." Godoy está de buen humor un escondido, y una o dos zambas.
A las cuatro llegan medialunas deliciosas para ir desayunando y reponiendo fuerzas para poder llegar hasta el fin de la noche... que llega a las seis de la mañana, de una manera tan particular que no se la puedo describir. Hay que venir a vivirla.

La Viruta cuando todo terminó, a las 6 de la matina

Si no sabés bailar tango y querés empezar a largarte en la pista, éste es el lugar ideal. Nadie te va a correr como en otras milongas y no tenés que pagar derecho de piso. Ése fue un poco el propósito de sus organizadores, Cecilia Troncoso, Horacio Godoy y Luis Solanas, cuando abrieron el lugar allá por el año 1994.

Vos que ya conocés el lugar, ¿opinás lo mismo que yo?

La Viruta
Armenia 1366 - Palermo
Tel: 4774 6357 o 4779 0030
De miércoles a domingos a partir de las 23h30 (después de las múltiples clases de tango, milonga, salsa y/o rock)
Organizan Cecilia Troncoso, Horacio "P.B.T" Godoy y Luis Solanas
Cómo llegar: colectivos 15-39-57-106-110-140-141-151-168
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sábado, 21 de junio de 2008

Los códigos de la milonga

Algunos milongueros los conocen. Otros no tienen idea de su existencia y no les parece importar demasiado. Otros los conocen pero los ignoran: en la milonga existen códigos que se supone hay que respetar cuando uno pisa estos lugares que son algo así como antros sagrados.


Algunos son partidarios de que en la milonga haya que pagar derecho de piso. Yo no. Yo creo que si fuera el caso en todas las milongas, el tango habría desaparecido desde hace rato.


Pero me parece bien que algunos lugares conserven esas tradiciones un poco anticuadas, es más, me parece fantástico, y soy una defensora de la permanencia de esos códigos -a pesar de que no los practico- por una razón de conservación del pa
trimonio histórico.

Se podría comparar con la danza clásica. Alguna vez un amigo me preguntó por qué se seguían manteniendo compañías de danza clásica, con lo anticuado que es. Le respondí que la danza clásica es nuestro patrimonio cultural, que a nadie se le ocurriría hacer desaparecer las orquestas filarmónicas clásicas bajo pretexto de que ahora existe la música contemporánea.

Pues bien, en la milonga ocurre lo mismo. Me parece muy bien que existan milongas tradicionales en las que se conserven, alimenten, cuiden los códigos establecidos a principios de siglo, y que garanticen la perennidad de la tradición.

¿Cuáles son estos códigos?


Yo los dividiría en dos grupos: los de la pista y los de fuera de la pista.

Los códigos en la pista:

  • Se baila en sentido contrario a las agujas del reloj. Algún orden tiene que haber para que la gente no se choque...
  • Existen varios carriles/círculos, desde el más grande en el borde de la pista, hasta el más pequeño en el centro.
  • Los bailarines principiantes bailan en los círculos internos para no molestar la circulación de los que bailan mejor (o creen hacerlo)
  • No se debe pasar de un carril a otro. Si la pareja que está adelante no avanza, pues se espera. Uno no se tiene que meter en otro carril con el argumento de que ahí sí hay lugar, porque puede provocar accidentes (el tango es peligroso...)
  • No hay que encerrar a la pareja que está adelante. Hay que dejarle el espacio necesario para dar los pasos correctamente, y pensar que esa pareja que nos precede puede dar un paso hacia atrás, hacer un giro, etc.

En las milongas en las que se respetan a rajatablas estos códigos, no es infrecuente que se "corra" a un bailarín desobediente. Un codazo por aquí, otro empujoncito por allá, y el pobre infeliz queda fuera de la pista. No es de extrañarse que los jóvenes sean reticentes a pisar una milonga...

Pero tengo que reconocer que estos códigos en la pista son imprescindibles para que todos puedan bailar tranquilamente (sin golpes ni taconazos ni empujones), y me revienta cuando bailo con alguien que no los respeta.

Los códigos fuera de la pista (para sacar a bailar)

  • Mujeres, éste es un mundo machista, así que el que saca es el hombre.
  • Para eso, se usa la técnica del cabeceo: cuando un hombre quiere sacar a bailar a una mujer, realiza un leve cabeceo (miopes abstenerse) que significa: "¿Bailás?". La mujer tiene dos opciones:
    • quiere bailar con ese hombre: le devuelve el cabeceo, se levanta y se dirige hacia la pista, pero eso sí, no va al encuentro del hombre: es él el que se tiene que acercar hasta ella.
    • no quiere bailar con ese hombre: simplemente lo ignora, hace como que no lo vio, y sigue con la mirada dispersa por el salón.
      Esa técnica permite que el hombre no se coma el garrón de que todos vean que fue rechazado: el honor varonil está a salvo.
  • Durante el baile no se habla (y por favor, hombres, ¡tampoco se canta! Nada más desagradable que tener en el oído el eco desafinado del tango que estamos bailando cantado por nuestra pareja).
    En general se suelen pasar tandas de tres o cuatro tangos de una misma orquesta. Entre tango y tango es el momento de la conversación y/o el chamuyo ("¿Venís a menudo a bailar acá?", "Qué lindo que bailás, ¿con quién aprendiste?", "La pista está terrible, hoy, no?", "¿Cómo te llamás?", "¿Sos de acá?", etc. etc.).
    Aunque ojo, en general a las milongas se va a bailar, no (o no necesariamente) a levantarse a alguien. O sea que no está mal visto que una mujer se siente sola en una mesa a la espera de que la saquen a bailar.

    De hecho existe una milonga, Cachirulo, en la que las mujeres solas se sientan de un lado de la pista, y los hombres solos del otro, enfrentándose.
  • Luego del final de la tanda, marcada por una cortina que dura unos segundos, el caballero acompaña de vuelta a la dama a su mesa, por si se pierde en el camino, vio...
  • Si la dama está sentada en una mesa con un caballero, nadie la va a sacar a bailar: es propiedad privada. Salvo que el caballero baile con otras y que entonces esté claro que la pareja es tipo swinger.
  • Algunos dirán que la mujer también tiene un papel activo en eso de sacar a bailar: si ella quiere bailar con un hombre, puede mirarlo con insistencia hasta que éste entienda y la saque a bailar. Yo no estoy muy de acuerdo con esa interpretación: la propuesta final siempre la hace el hombre. O sea que la mujer, por más participación que pueda tener en el cabeceo, siempre tendrá un papel más pasivo que el hombre.

Como verán, yo no soy muy partidaria de esos códigos para sacar a bailar, y prefiero elegir milongas o prácticas donde ya no estén vigentes, o ya no de manera tan sistemática.

¿Por qué tienen que existir estos códigos, según sus defensores?

Primero y antes que nada, porque el tango es una actividad social. No es como una clase de body-combat o de spin
ning en la que vas sol@ y no te preocupás por lo que pasa alrededor. Tiene que haber una estructura que permita que nadie se sienta invadido por el otro.
En las milongas tradicionales, primero se mira, hay que esperar a que la gente se acerque a uno, pagar un derecho de piso. A veces, esto significa no bailar en toda la noche.

Con el cabeceo se evitan situaciones incómodas: el hombre evita el desaire de que le digan que "no" delante de todos (todo se hace muy discretamente, sólo se enteran el hombre y la mujer). La mujer evita que la vengan a sacar directamente, lo cual puede provocar situaciones muy tensas si ella no tiene ganas de bailar con esa persona: decir que "no" puede ser percibido como una agresión. Además, algunas mujeres no se atreven a decir que no, se sienten obligadas y terminan bailando con hombres con los cuales no tenían ganas de bailar: feo feo.

Ahora, todo esto funciona en un ambiente algo antiguo en que "las mujeres no se atreven", "los hombres tienen que salvar su honor", "las mujeres no sacan y esperan a que alguien las mire", etc.

Yo soy de una generación en la que el honor del hombre pasa por otro lado, las mujeres pueden sacar directamente a bailar (y a muchos hombres eso les encanta), y nadie se siente ofendido por esas cosas. Por supuesto, voy a tener ciertos cuidados: si veo a una pareja sentada en una mesa, no voy a ir a sacar al hombre, por miedo a interrumpir algo. Esperaré a que ella vaya a bailar con otro, o me olvidaré de bailar con él.

Eso sí: ya que soy de las mujeres que sacan a bailar, yo también me tengo que comer el garrón de que me digan que "no" sin ofenderme. Es el precio a pagar por mi libertad...

Y ustedes, ¿qué piensan de estos códigos?

Segunda foto extraida del documental Milonga, el abrazo del tango, de Mafalda Trotta y Federico Ferrario

jueves, 19 de junio de 2008

¿Otro blog sobre tango?

Éste es un espacio para los que bailan tango. Pero sobre todo para los que no lo bailan. ¿Por qué? Soy una milonguera aficionada. Me gusta el tango, lo practico asiduamente desde hace tres años. Y desde entonces, mi vida ha pasado a desenvolverse en un, digamos, 33% de mis días dentro de las milongas. Mis amigos pre-tango, aquellos que me conocieron antes de que empezara a frecuentar las milongas, a veces tienen dificultades en entender esa adicción que tanto me alejó de ellos.

Entonces, les quiero contar lo que vivo ahí adentro, en la oscuridad de las pistas nocturnas, en busca del abrazo perfecto que me hará morir de placer... y me hará regresar al día siguiente para reencontrarlo.

Probablemente los milongueros de verdad no estén de acuerdo con mis análisis, críticas, consideraciones, narraciones. Pero no pretendo erigir en ley mis vivencias personales dentro de las milongas. Esto es una simple descripción de lo que yo siento, veo, huelo, intuyo, interpreto.

O sea que, básicamente, y como casi todos las bitácoras, se trata de un relato egocéntrico en el que sólo voy a hablar de lo que a mí me pasa en el maravilloso, tremendo y peculiar mundo del tango.

Tal vez logre que otra gente quede atrapada, o simplemente tenga la curiosidad de ir a ver con sus propios ojos de qué se trata realmente.

Tal vez, en definitiva, ése sea el objetivo real de este blog.
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