miércoles, 30 de julio de 2008

La milonga y los taxis porteños

Cuatro de la mañana. Salgo de la milonga. Hace frío. Camino dos cuadras para buscar un taxi. Aparece uno. Lo paro. Me subo. El chofer me pregunta:
- ¿Y? ¿Milongueaste mucho?
- Lo suficiente. Pero... ¿cómo sabe que estaba en una milonga?
- Tenés olor a tango.
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martes, 22 de julio de 2008

Frases de milonga #1

El mundo de la milonga es muy particular y tiene su vocabulario propio. Siempre me pregunto qué pensaría la gente que no sabe nada de tango si nos escuchara pronunciar algunas frases que, sacadas de su contexto, son totalmente incomprensibles. Frases que nos hacen pertenecer de alguna manera al aparentemente hermético mundillo del tango.

Hay una en particular que me gusta mucho. Una escena que tod@ milonguer@ que se respete vivió al menos una vez en su vida.

Al entrar en una milonga repleta, llena hasta las manos, con una pista atestada de gente, no es infrecuente que alguien, tras recorrer rápidamente el lugar con la mirada, sentencie lo más seriamente del mundo y con cara de circunstancia:
- Che, hoy no hay nadie.
Cualquier espectador externo pensará que esta persona tiene un problema, ya sea de vista, ya sea psicológico.

En realidad, con "no hay nadie", está implícito el resto de la frase que sería: "no hay nadie conocido" o "no hay nadie para bailar", es decir, hay un montón de gente a la que no conocemos pero no sabemos si baila bien y suponemos que no.

Ésta es una frase típica de los sábados por la noche en La Viruta, cuando antes de las tres y media de la mañana (hora en la que ya no se cobra entrada y entran los milongueros), el lugar está abarrotado, pero de principiantes que todavía no tienen mucha idea de lo que es el tango.

© Foto La Viruta

domingo, 13 de julio de 2008

Mi Club

El domingo pasado decidí salir de las fronteras de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (otrora conocida como Capital Federal) e ir a una milonga en la provincia, más precisamente en Banfield. Se trata de Mi Club, en realidad un gigantesco boliche bailable que, los domingos, se transforma en milonga.

Mala idea.

Por una única y sencilla razón: en la provincia de Buenos Aires no rige la ley antitabaco. Hacía casi dos años que no me pasaba eso de no poder respirar en una milonga, por la cantidad de humo de cigarrillo. Un horror completo. Los fumadores que no tienen reparo en molestar a los demás, agradecidos. Yo, intoxicada. Lo raro era ver a la misma gente que, en Capital, sale ordenada y respetuosamente a fumar afuera (o sea, entendiendo, me imagino yo, que su cigarrillo es molesto), fumándome en la cara con total desparpajo como si nunca se hubiera enterado de que la tolerancia y las buenas costumbres exigen que no se fume en ambientes cerrados. Lo cual me terminó de convencer de que sin una ley que les obligue a respetar a los demás, la mayoría de los fumadores son incapaces de hacerlo solitos.

Me extiendo mucho en eso porque al fin y al cabo, la pasé mal. Y no es que no hubiera buena música o que el ambiente fuera feo. No, nada de eso. Es más, era como estar en un túnel del tiempo, cuando por cada tanda de tango se ponía una tanda de cualquier otra cosa (vals, milonga, foxtrot, paso doble...). Promedio de edad bastante avanzado, lugar no muy estéticamente logrado (decoración que no sabía si situarse entre la década de los setenta con bolas de luz colgando del techo, o de los noventa, con pantalla gigante en la pared). Pero interesante, al menos para cambiar un poco de las mismas milongas porteñas.

Pero el cigarrillo nubló completamente mi visión de las cosas. La pasé mal, y punto. Es completamente subjetivo.

Eso sí, tocaron los Reyes del Tango, una orquesta típica creada en 1992 y que cultiva el estilo con mucha pulenta de Juan D'Arienzo. Menos mal, me alegraron la noche.



Mi Club
Cochabamba 249 - Banfield
Tel: 4242 0094 o 4242 0441
Domingos a partir de las 18h
Organizan Valdi y Marcelo
Cómo llegar: Estación Banfield del Ferrocarril Roca
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jueves, 10 de julio de 2008

El abrazo perfecto

La búsqueda del abrazo prefecto es la razón por la que bailo tango. La razón por la que, todas las noches, me interno en el oscuro mundo de la milonga.

El abrazo del tango justifica que se lo baile. Hay hombres de cuyo abrazo es casi imposible separarse. Su torso entra en el nuestro y no podemos zafar de ahí. Podríamos quedarnos horas contra ellos, en el medio de la pista, incluso sin movernos, sin bailar, sintiendo los latidos de su corazón. Esos hombres bailan con su abrazo.
Allí estamos, entre sus brazos, y no entendemos muy bien lo que nos pasa. Cerramos los ojos, sentimos nuestros pechos encastrados y sólo eso nos vuelve locas. Entendemos la fusión del átomo.

Visto de afuera, parecemos inmóviles. Pero en el seno de ese abrazo, se produce una danza alucinante, una multitud de chispas en cada pedazo de nuestro cuerpo, una sinapsis de epidermis. Sentimos ese intercambio microcóspico, que sólo él y nosotras podemos percibir, esos movimientos de nuestras células que se abrazan, se golpean, se acarician.

Eso es, para mí, el tango. Y por eso me hice adicta.

Necesitamos ir a bailar todas las noches en busca de ese abrazo perfecto que sólo durará tres minutos, el tiempo de un tango. A veces, por más que busquemos horas y horas, no hallaremos nada. Volveremos a nuestra casa frustradas y con la sensación de haber perdido el tiempo. Pensaremos en regresar a la noche siguiente con la esperanza de encontrarlo.

Pero si descubrimos ese abrazo conmovedor, entonces al regresar a nuestra casa pensaremos en regresar a la noche siguiente para volver a encontrarlo.

Pase lo que pase, a la noche siguiente, allí estaremos, en el borde de la pista, en busca del hombre que sabrá penetrar nuestro cuerpo a través de su abrazo.

PD para los mal pensados: loco, no estoy hablando de otra cosa que del abrazo.
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lunes, 7 de julio de 2008

Geraldine Rojas

Tal como se lo prometí en la entrada anterior, les presento a Geraldine Rojas.

A Geraldine, de 26 años, las mujeres la odiamos.
Y los hombres la aman, claro. Embobados, están, cuando la miran. Y con razón.

Geraldine es la bailarina que todas soñamos con ser. Está tan cómoda en un escenario levantando las gambas a la altura de la cabeza de su compañero como en una milonga bailando a tierra y con una elegancia insuperable. Y hablando de compañero, claro, el compañero de Geraldine fue Javier Rodríguez, y digo "fue" porque se separaron en la vida y en el baile hace unos años y fue la separación más catastrófica de la historia del tango (me parece a mí).

Geraldine Rojas es una verdadera milonguera: no aprendió tomando clases, sino observando a sus antecesores en las milongas del mítico barrio de Villa Urquiza, desde muy chiquita. Su madre, María del Carmen "La Turca", afamada milonguera, la llevaba con ella en los bailes nocturnos. La niña quería aprender a bailar, pero su madre sólo la autorizó a caminar por el borde de las pistas, durante dos años. ¡Dos años caminando! Así aprendió que lo más importante del tango, y lo más difícil también, es caminar.

Esa extracción popular la distingue del resto de las bailarinas de su generación.

Les dejo leer una nota de Clarín que explica mejor que yo su historia, y tres videos para que disfruten de su inconfundible estilo.

En Poema, por la orquesta de Francisco Canaro, con Javier Rodríguez:



En una milonga, también con Javier Rodríguez:



Y con Carlos Gavito (1942-2005), muy poco antes de que éste muriera. Carlos Gavito fue la personificación del tango milonguero y se destacaba por bailar los silencios y cuidar las pisadas más que los pasos en sí. Recorrió el mundo dictando clases. Se unió el elenco de Forever Tango. Ésta fue su última presentación, en La Viruta, estando ya enfermo de cáncer.

Alguna vez dijo: "Bailamos una soledad que tenemos dentro de nosotros y no la podemos ocupar con nada. Ese vacío al que le ponemos movimiento es el tango".

Miren cómo baila las pausas, entre paso y paso.
Y de ella, bueno... miren todo...
Empiezan bailando Pugliese y terminan con D'Arienzo:


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miércoles, 2 de julio de 2008

Sunderland Club

Más comunmente llamado Sunderland a secas.

Fui el sábado pasado y siempre se trata de una experiencia singular. Primero porque queda, para mí, del otro lado del planeta, en el barrio de Villa Urquiza, e ir hasta allá siempre es una odisea. Luego, porque lo más probable es que no baile en toda la noche. Y porque, extrañamente, siempre la paso bien.

Se trata, entonces, de un club del barrio de Villa Urquiza que, los sábados, se transforma en milonga, La Milonga del Mundo. Lo gracioso es que la pista está ubicada sobre la cancha de básquet. Todo el ambiente es un poco surrealista. A pesar de lo insólito de la instalación (las gradas para el público de los partidos, los tableros con las canastas en cada punta, las líneas blancas en el piso de baldosa, los carteles que publicitan la gomería Maipú, la pescadería Puerto de Vigo, la mecánica Pavone o la lavandería Anca, el techo muy alto tipo galpón...), se trata de una de las milongas más tradicionales de Buenos Aires, allí donde se junta la crème de la crème de los milongueros de ley, y los sobrevivientes de la época de oro del tango.

Allí, hasta los más jovencitos hacen un esfuerzo por vestirse bien. Las mujeres sacan a lucir sus más vistosas joyas y sus más infartantes vestidos, los hombres no escatiman en gomina y cuidan cada detalle de sus trajes, desde la corbata hasta el pañuelo en el bolsillo, pasando por los zapatos impecablemente lustrados. Y todo eso contrasta con la informal y absolutamente antiestética ambientación deportiva.

Otra rareza del lugar: el musicalizador, Mario Orlando, también trabaja en otras milongas, entre otras, La Marsháll, que es una milonga... gay-friendly. O sea, es capaz de poner música en una de las milongas más tradicionales de Buenos Aires, y en una de las más modernas (de La Marsháll les hablaré en una entrada ulterior).

No se va a Sunderland como se va a La Viruta, definitivamente. Se respeta el cabeceo, las mujeres esperan, hermosas y erguidas en sus sillas, que algún caballero fije su vista en ellas. Los hombres rivalizan de galantería y elegancia.

El barrio de Villa Urquiza es donde nació un estilo bien particular de tango salón, tan particular que se le llama "estilo Villa Urquiza", en oposición al "estilo centro". Fue en la década de los cuarenta cuando empezaron a florecer muchos clubes en esa zona del noroeste de la capital y se empezaron a organizar bailes de manera periódica.

El estilo Villa Urquiza, en el que priman la elegancia y la musicalidad del movimiento, es tan sutil y complejo que es raramente perceptible: pasos más largos, abrazo más suave... "En el estilo Villa Urquiza se baila la pausa", explica Horacio Godoy, DJ de La Viruta, y heredero de los grandes maestros de ese estilo. En cambio el "estilo centro", que le antecede en el tiempo, es más pegado, picado y rítmico: se baila cada tiempo, prácticamente sin pausa.

Sunderland es uno de los únicos sobrevivientes de esos clubes que nacieron en el barrio hace setenta años. En su pista bailaron los que hoy hacen la gloria de esta milonga: Luis Lemos "Milonguita", del que se dice fue el que inspiró el estilo Villa Urquiza, Lampazo, Finito, Gerardo "El Negro" Portalea... Entre los más recientes: el Chino Perico, Lidia y Lito Filippini, María del Carmen "La Turca" (aquí con Jorge Dispari), Margarita.

Sin olvidarnos, claro, de la increíble y jovencísima Geraldine Rojas (hija de "La Turca"), que se formó en Sunderland desde niña, con los más grandes maestros. Sobre Geraldine habría que escribir un capítulo aparte. De hecho, voy a escribir un capítulo aparte porque realmente lo vale y no quiero alargar demasiado esta entrada.

En fin, just for the record, el viernes 4 de julio se organiza en Sunderland la última de las cuatro fechas de las semifinales del VI Campeonato de Baile de Tango Metropolitano (la primera fue ayer martes en Salón Sur, hoy será en La Baldosa, Ramón Falcón 2750, y el jueves en La Viruta) así que si se quieren pegar una vuelta ese día, también pueden, a partir de las 23h30.

Aunque lo mejor para conocer Sunderland es ir los sábados (y no se olviden de que, como en casi todas las milongas, es conveniente llamar antes para reservar una mesa).












Sunderland Club
Lugones 3161 - Villa Urquiza
Tel: 4541 9776
Sábados de 22h a 4h30
Organizan Graciela y Carlos Matera y el Negro Firpo.
Musicaliza Mario Orlando.
Cómo llegar: colectivos 110-176-140-143-193-107. Tren Ferrocarril Mitre (ramal José León Suárez), estación Urquiza

© Fotos Clarín
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