martes, 11 de mayo de 2010

Segunda primera experiencia parisina

Como el año pasado, me toca estar nuevamente en París por unos meses. Esta vez, estaba decidida a ser mucho más abierta a los "malos" bailarines, mucho más tolerante y a aceptar con más facilidad las invitaciones (amigos que me leen: ¡¡juro sobre San Pugliese que ésa era mi intención!!).

Tengo la gran suerte de estar alojada a lo que serían dos cuadras y media de una de las milongas de París (o más bien prácticas) que abren tres veces por semana y no cierran en todo el verano, Académie Esprit Tango, de la que ya hablé el año pasado. En ese entonces el piso era horrendo y tenían previsto cambiarlo, cosa que ya está hecha y la verdad, se transformó en un lugar muy agradable para sacarle viruta al piso. Da la casualidad también de que es una de las únicas prácticas en que se baila más tradicional, lo cual me conviene perfectamente.

Con todo eso a mi favor, pensé, esta primera noche iba a ser MI noche.

Como siempre en una milonga que no conozco, me siento a mirar la pista para ver con quién se puede bailar y con quién no. Por supuesto que eso, los franceses mucho no lo entienden. Ni bien me senté en uno de los bancos que bordean la pista, me empezaron a sacar, sin haberme visto bailar ni siquiera una vez.

Yo, muy amablemente (¡lo juro!) respondía que no, gracias, por ahora no.

- el primero se me sentó al lado y me dijo: "Entonces la que viene"
- el segundo me sacó durante la cortina, sin saber qué tanda venía
- el tercero me preguntó: "¿Cómo que no?"
- el cuarto también me sacó durante la cortina
- y así...

Yo, mientras tanto, observaba. Y lloraba internamente. O sea, no nos confundamos: sigue siendo increíblemente emocionante escuchar tango desde la ventana de un edificio parisino y ver que esta danza se volvió universal. Pero digo... realmente, a veces, lo que se baila no puede ser calificado de tango. Ya no hablo de si es tango nuevo o viejo o adolescente. Simplemente no es tango.

Y precisamente había uno que era el peor de los peores. Su abrazo, a veces, era de rock o de cualquier otra cosa rara. Se llevaba por delante a su partenaire como si directamente no estuviera allí, y no lo vi marcar un solo paso de tango.

Había otro que no me disgustaba como bailaba, y otro que francamente me parecía interesante (al piso, lindo abrazo, elegante, parecía divertido). Sólo que en mis 40 minutos de observación, ninguno de ellos abandonaron ni una sola vez la pista entre tanda y tanda ni cambiaron una sola vez de chica, con lo cual me fue imposible sacarlos.

Resulta que el que sí me sacó fue el que directamente no bailaba tango. Le digo, textualmente (sólo que en francés, que es mucho más glamour, por supuesto): "Muchas gracias, muy amable, pero no estoy bailando".

Así, ¿eh? Sin exagerar.

Bueno, pues el tipo se fue ofendidísimo refunfuñando: "Claro, imbécil, claro que me dice que no, qué se cree esta forra" (sólo que en francés, que sigue siendo mucho más glamour). No dije nada, el tipo se fue a sentar y de repente se levanta de vuelta, se me planta adelante y me empieza a insultar (siempre en francés, ya a esta altura no era tan glamour): "¿Sabe qué? [porque en Francia, aún cuando te insultan, te tratan de usted, cuando les digo que aquí todo es re-glamour...], es usted una hipócrita y me tiene podrido, yo ya la conozco bien, conozco su jueguito, yo ya sé que se hace la bailarina, pelotuda, qué se cree, decirme que no así a mí".

A todo eso, preciso que nunca en mi vida había visto a este señor.

Lo ignoré por completo, el tipo se volvió a sentar, y seguí mirando la pista. Al cabo de 50 minutos, el señor del que no me disgustaba el baile por fin estaba solo, así que lo saqué y bailé una tanda (nada uau, pero pasable).

Luego fui a por el que me gustaba, pero se estaba cambiando los zapatos para irse (eran las 22...). Así que, medio por la necesidad de acostarme temprano por un tema laboral, y medio por frustración, hice como él, me cambié los zapatos, recorrí las dos cuadras y media agradeciendo estar tan cerca (y muerta de frío, porque todos saben que la primavera en París es un fraude total), y aquí estoy, relatando mi primera noche milonguera en la Ciudad Luz.

Primera noche cuya conclusión será la misma que la del año pasado: qué larga que se va a hacer mi estancia parisina...