domingo, 12 de septiembre de 2010

Pasantía de mujer

El otro día un amigo heterosexual fue a La Marsháll. Se trata de una milonga "gay friendly", uno de esos lugares en los que hay que dejar a la homofobia en la entrada.

Mi amigo fue por una sola razón: tenía ganas de bailar "de mujer" (haciendo el papel de seguidor, y no de líder) con hombres que supieran guiar y no tuvieran problemas en bailar con otro hombre.

Allí descubrió con asombro lo que una mujer puede llegar a sufrir en la milonga, y en la vida en general.

Él se imaginó que tendría que rechazar constantemente ofertas de hombres en celo (siendo él además un chico bastante atractivo). Pero nadie insinuó absolutamente nada. Después de bailar con él, sus parejas de baile lo dejaban en paz y volvían a su mesa. Dedujo que los hombres homosexuales son mucho más respetuosos que los hombres heterosexuales. Porque en la milonga, ¿a cuántos pesados las mujeres debemos soportar que, porque bailamos una tanda con ellos, creen que los vamos a seguir a un telo y nos acosan insistentemente?

Lo otro que descubrió, es que ser guiado por alguien brusco, o que baila mal, como puede ser un principiante, puede ser, amén de doloroso, peligroso: "Cuando yo bailo con una principiante, la llevo yo, así que me limito a hacerle pasos básicos hasta terminar la tanda. Pero al ser llevado yo por principiantes, no tenía ningún poder de decisión, y si el tipo quería ponerse a hacer pasos complicados y enroscados a pesar de sus propias limitaciones y de no tener la técnica suficiente para ello, yo no tenía otra opción que seguirlo, a expensas de mi espalda, mis pies, mi cuerpo entero".

Sus descubrimientos lo hicieron reflexionar mucho sobre lo que padecemos las mujeres, y a mí me hicieron pensar que todos los hombres deberían hacer una pasantía en La Marsháll alguna vez. Para saber cómo se siente, vio...

Foto Dan Chung - The Guardian