sábado, 25 de diciembre de 2010

Chamuyo #1

Como expliqué en una entrada anterior, la milonga es un gran quilombo.

Gran parte de lo que sucede allí tiene que ver con la seducción, el levante, o más simplemente el chamuyo.

Todas las noches, hombres y mujeres aprovechan la promiscuidad de la milonga y del tango para intentar romper el círculo vicioso de la soledad.

El chamuyo absolutamente típico es el que se da entre un bailarín o milonguero con algo de notoriedad, y una joven principiante.

El bailarín o milonguero aprovecha, por supuesto, su notoriedad, para seducir a la joven que desea una sola cosa: que la saquen buenos bailarines (como sucede a todos los principiantes, hombres o mujeres).

Invariablemente, la situación es la siguiente: el bailarín o milonguero con algo de notoriedad ve a una chica joven y linda (casi todas las mujeres que van a la milonga se producen de manera exagerada, con escotes infartantes, pintura, tacos de 10 cm... por ende, casi todas parecen jóvenes y lindas... la milonga es el reino de la apariencia y del maquillaje). Joven, linda y principiante. La presa ideal.

La saca a bailar. La chica, que baila desde hace seis meses con tipos que, como ella, tienen dos pies izquierdos, no lo puede creer y acepta enseguida, porque no se puede rechazar la invitación de un bailarín o milonguero con algo de notoriedad.

Se ponen a bailar. Es evidente que a la chica le faltan años de práctica. Pero después del primer tango de la tanda, él le dice: "Qué lindo que bailás. ¿Hace cuánto tiempo que estás milongueando?"

La chica se sonroja y dice: "Seis meses".

Él pone cara de sorprendido: "¿Seis meses? ¿En serio? ¿Nada más? ¿Y ya bailás así? Increíble".

Después del segundo tango, pregunta nombre, edad, profesión, mensuraciones... (no, mensuraciones no...)

Después del tercero, le repite que la verdad, baila hermoso, se siente una energía muy linda, bla bla bla bla.

La chica, por supuesto, se lo cree. Es lo que ha deseado en los últimos seis meses. Un bailarín o milonguero con algo de notoriedad le está diciendo que baila bien. Toca el cielo con las manos.

Termina la tanda, y ahí hay dos posibilidades: o él le pide el teléfono "para juntarse a milonguear". O se despide y le dice que "ojalá volvamos a bailar juntos".

Claro que a la noche siguiente, la chica está ahí, firme, con la esperanza de que la saque de nuevo.

Y claro, él la saca de nuevo. Lo mismo: qué lindo que bailás, no se puede creer, bla bla bla. Es más, la saca varias veces. La chica piensa: "Si me sacó más de una vez, es que de verdad piensa que bailo bien, sino no me habría dado más bola".

Bueno, el tema es que siempre termina con que en algún momento, el tipo le propone algo más que bailar tango. Ahí, de nuevo, dos posibilidades: la chica acepta, y bueno, todo bien, que sea lo que ellos quieran, que disfruten de la vida y de la posibilidad de romper el círculo vicioso de la soledad (o que simplemente la pasen bien, sin tanto dramatismo).

Otra opción: la chica se da cuenta de que a lo mejor, el tipo la estaba chamuyando. A lo mejor, ella no bailaba tan bien. Para averiguarlo, y porque el tipo no le interesa como hombre, rechaza su invitación.

Resultado invariable: el bailarín o milonguero con algo de notoriedad no la sacará a bailar nunca más en su vida.

¿No era que bailaba relindo, que tenía una linda energía y todo lo demás?

Olvidate, nena, tenés seis meses de tango, ¿qué pretendías?
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lunes, 13 de diciembre de 2010

El humor y el tango #2

Hablando de humor en el tango, no puedo dejar de mencionar a los hermanos Macana.

Se trata de dos hermanos, Enrique y Guillermo de Fazio, que bailan entre ellos, tal como se suele decir que empezó el tango en los suburbios de Buenos Aires: como estaba mal visto que las mujeres bailaran esa danza depravada, las únicas que la bailaban eran las prostitutas. Y los hombres solían practicar pasos entre ellos mientras esperaba su turno en los burdeles.

Los hermanos Macana cuentan que aprendieron a bailar tango de niños y que ensayaban los pasos aprendidos entre ellos, alentados por su madre, profesora de piano, que les recomendaba hacerlo para no olvidarse de los pasos.

Ya de grandes, decidieron llevar esa costumbre al escenario.

"La prueba de fuego fue en Buenos Aires, donde para bailar el tango y hacer un 'show' entre dos hombres, a los cinco segundos te podían haber tirado un zapato, pero increíblemente tuvimos un apoyo total desde los grandes milongueros a la nueva generación de bailarines", recordó Enrique, el mayor de los hermanos, en una entrevista con la agencia española EFE.
 
Cada vez que los veo bailar, recuerdo a qué punto el tango también puede ser alegre y cómico.

En este primer vídeo los vemos bailando la milonga "Reliquias Porteñas".




Y en este otro, un vídeo que filmaron este año en Time Square, en Nueva York, bailando "Canaro en París".